domingo, 1 de julio de 2012

"Hard Times"

Leí "Tiempos Difíciles" hace años, en tiempos de bonanza. Entonces, la realidad de Dickens, la descripción de aquel mundo donde cada individuo era una mera pieza (sustituible por tanto) de una vasta maquinaria parecía un mero relato decimonónico.  Cada individuo, sus manos; cada individuo definido por su lugar en el engranaje; cada individuo, lo que hace, nunca lo que es. En su retrato de los personajes, poco piadoso, Dickens ahonda en sus miserias, en sus bondades, trata de devolverles la humanidad, contribuir a esa fantasía que todos tenemos: soy humano ergo único.

Como soy de natural poético (signifique esto lo que signifique...),  ahora, cuando viajo en el metro, cuando escucho las conversaciones de café en las mañanas cálidas de este verano que empieza, cuando observo el devenir de los días, con sus prisas, con sus miedos, a esa multitud anónima (que vuelve a ser tuerca, pistón, cortador) no puedo evitar pensar que la luz de Madrid también ha cambiado. Y me recuerda a ese Coketown que "tenía un canal negro y un río que corría rojo de tinte maloliente y grandes edificios llenos de ventanas en los que reinaba una trepidación y una convulsión continuas durante todo el día, y en donde el pistón de la máquina de vapor subía y bajaba monótonamente como la cabeza de un elefante aquejado de locura melancólica".



Solo que ya no hay poesía en esas mañanas: primero el pan y luego las flores. Ahora, la sensación de desastre en tan real que, al evocarla, siento como si le estuviera dando vida. ¿Quién se complace en pensar lo malo acaba por convocarlo?

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